Querido Miguel Ángel:
Cuando te refieres al poder lo haces en singular.
Sin embargo, en correspondencia con el hecho de que nos encontramos en
un momento histórico de tránsito entre una época que acaba (la de la
Revolución Industrial) y otra que emerge (la que de manera -seguramente
provisional- se viene denominando post-industrial), se está produciendo
también un recambio en las instancias del poder, lo que recomienda
utilizar el término poder en plural: “poderes”, para no perder de vista
la complejidad de la situación, y la diversidad de dispositivos que se
están formulando.
Un ejemplo de la pluralidad de poderes, en este
momento de tránsito histórico, nos lo da la disputa sobre los derechos
de autor en la distribución y uso de material videográfico y musical en
internet. Sabemos de los esfuerzos de la vieja industria del espectáculo
(Hollywood, la industria discográfica, etc.) por mantener sus ingresos,
en el escenario actual en el que los consumidores prefieren bajar
música y cine de la red, sin pagar por un CD o un DVD en una tienda. Lo
que no se sabía hasta hace poco tiempo es de la oposición de dos grandes
corporaciones como Microsoft y Movistar (por dar dos nombres), respecto
de las medidas del Congreso de EEUU para perseguir y castigar esas
prácticas de los usuarios. El motivo es que con la persecución de esas
prácticas los usuarios, como no pueden bajar música y cine de la red,
cambian sus contratos con la compañía telefónica y reducen el número de
megas por segundo de disponibilidad en la red y pagan menos. El fenómeno
termina afectando a todas las empresas oferentes de servicios y
aplicaciones para la red. Los efectos ya se han podido ver en Francia,
en donde la presión del Gobierno de Barack Obama, actuando de
representante de la industria del espectáculo californiana (que
contribuye generosamente a sus campañas electorales), ejercida sobre el
Ministro correspondiente (el equivalente a nuestra Linde), adoptó
medidas de persecución y castigo de las bajadas gratuitas en internet de
productos audiovisuales y ya hay expertos que apuntan a que Francia
puede sufrir un retardo en su desarrollo tecnológico, a consecuencia de
los efectos en el funcionamiento de la red de esas prácticas
gubernamentales.
Las corporaciones enfrentadas ya tienen nombres, y
darse cuenta de la existencia de esa pluralidad de poderes en pugna
tiene una gran relevancia en relación con la identificación de
dispositivos. En particular, por lo que se refiere a la identificación
de los dispositivos que está definiendo el nuevo poder o poderes
emergentes (ese entrecruzamiento de líneas de visibilidad, enunciación y
fuerza).
Lo que emerge por todas partes son grupos sociales que quieren protagonizar la
Historia, objetivo para el que se sienten especialmente legitimados
porque estarían planteando una nueva forma de organizar los medios de
producción, tanto humanos como materiales, organizativos, de
conocimiento y de fuentes de financiación, que consideran mejor desde el
nuevo orden de valores que están enunciando en el contexto de los
nuevos dispositivos.
El anuncio de televisión en el que los clientes de
una compañía telefónica deciden en asamblea los servicios y las tarifas
que la compañía les tiene que proporcionar, sería un buen ejemplo de ese
enunciado de valores que forma parte del nuevo dispositivo de
saber-poder (incluso se podría decir que constituye la episteme de la
nueva época: el paradigma de la participación). En ese contexto la
cuestión no es tanto si las subjetividades que se están conformando, y
homogeneizando simultáneamente, están más o menos estandarizadas, sino
antes al contrario, si queda espacio para la estandarización de una
subjetividad para la resistencia, como en la época de la Sociedad
Industrial emergió la identidad del “trabajador”. Porque el ecosistema
humano necesita de esas dualidades, o mejor multilateralidad (en
correspondencia con la nueva estructura social que se vislumbra). La
teoría queer camina en esa dirección.
Eugen